Hay nombres que cargan historias nobles, canciones románticas y nostalgias de otras tierras. José Rodríguez, por ejemplo, evoca a aquel cantante venezolano que entonaba boleros con la suavidad de quien conoce los secretos del alma. Pero no, no nos equivoquemos: el Rodríguez del que aquí hablamos no canta, desafina. Es un personaje que aprendió a camuflarse mejor que un camaleón en feria de disfraces, un espécimen político que va por la vida oliendo confianza ajena como quien tantea una billetera descuidada.
Read More










