25 Apr
25Apr

Por David de Logreira

l concejal Javier Julio Bejarano, ese que hace unos meses posaba de redentor en la política cartagenera, hoy se hunde en su propio lodazal. En los últimos días, su nombre no ha sonado precisamente por su trabajo legislativo —si es que puede llamarse así—, sino por una serie de escándalos que lo dejan muy mal parado ante la opinión pública.
Bejarano, desatado y sin pudor alguno, ha dedicado sus redes sociales a atacar al alcalde Dumek Turbay, lanzando acusaciones al aire, sin pruebas, sin rigor, y sin una sola evidencia seria que respalde sus palabras. Tanto es así que el propio alcalde, cansado de los embustes, lo retó públicamente a que dijera la verdad, cara a cara, y dejara de seguirle mintiendo a los cartageneros.

Pero los problemas de Bejarano no terminan ahí. Durante la pasada época electoral, su nombre ya había sido salpicado por gravísimas denuncias de estar presuntamente involucrado en negocios turbios de trata de personas en el Centro Histórico. No fue un rumor cualquiera: una senadora, desde sus redes, hizo eco de estas acusaciones, aumentando aún más las dudas sobre el comportamiento ético —o más bien antiético— del concejal.

A este prontuario se suma otro escándalo igual de grave: presuntos préstamos de dinero con prestamistas que hoy, según denuncias públicas de la líder Jackelin Perea, lo tendrían contra la pared. El noble concejal estaría desesperado, ahogado en deudas y buscando desviar la atención de su verdadero drama personal: la incapacidad de responder por los favores económicos que, al parecer, adquiridos cuando todavía era un "proyecto político" y no la caricatura en la que se ha convertido.

La misoginia, la falta de seriedad y la desbordada ambición parecen ser los verdaderos motores de un personaje que llegó a la política prometiendo dignidad y cambio, pero que hoy solo representa oportunismo, cinismo y ruina moral.

En Cartagena ya no es un secreto: Javier Julio Bejarano no es el defensor del pueblo que quiso vender. Es, en cambio, el reflejo de la peor política: la que grita para no rendir cuentas, la que acusa para no explicar, y la que inventa para no responder.

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