14 Jun
14Jun

Por Lorenzo Gavilán 

Cartagena y Bolívar son tierras fértiles, sí, pero no solo de maíz ni de yuca. También germinan aquí, como plagas indeseables, una camada de seudoveedores y políticos de bolsillo que hacen de la indignación un negocio y del sufrimiento ajeno una herramienta de chantaje. Gente que no sirve para nada, pero estorba para todo.
En este circo de la doble moral se pasa con descaro Héctor Pérez Fernández, abogado de toga sucia y lengua aceitosa, que ha hecho del campesino una ficha de trueque, del derecho una farsa, y de la tierra un botón. No representa, manipula. No defiende, negocia. Y cuando el billete aparece —sobre todo si es horrible y viene de la contraparte— se esfuma como todo buen traidor profesional.
Pero no es el único. 

Hay otros especímenes que se cuelgan la etiqueta de “veedores” y se presentan como fiscales ciudadanos, cuando en realidad son extorsionadores con diploma, parásitos del erario, merodeadores de emergencia. Basta que se presente un problema serio, una crisis, una catástrofe, y ahí están ellos: no para ayudar, no para aportar, sino para preguntar por qué a ellos nadie les ha informado nada. ¿Y para qué carajo quiere saber?

¿Van a salvar vidas? ¿Van a abrir caminos? ¿Van a poner plata?No. Lo único que saben hacer es lo de siempre: montar control político de utilería, redactar columnas llenas de ponzoña en portales alcantarilla, y amenazar con hacer escándalos si no se les rinde pleitesía.

Su “contribución” en tiempos de crisis es un rosario de chismes, habladurías y amenazas. No construyen, no resuelven, no arriman un maldito vaso de agua. Solo exigen saber para salir a hacer lo único que dominan: hablar sin saber, especular sin pruebas, intimidar sin razón.

¿Quién los eligió? ¿A quién representa? ¿A qué intereses responden? Lo cierto es que nadie en su sano juicio los escucha ya con respeto. Se acabó el tiempo en que metían miedo. Hoy solo producen vergüenza ajena y lástima por su patética obsesión de figurar.

¡Váyanse para el carajo!Porque mientras el pueblo enfrenta la emergencia, ustedes se pavonean por redes y pasillos institucionales esperando que alguien les dé el parte oficial para poder salir a jugar a ser importantes. Pero se les acabó el libreto. Ya nadie se impresiona con sus peroratas insustanciales y jactanciosas. Ya no engañarán a nadie.

La ciudad necesita soluciones, no soplones de escritorio. Necesita justicia, no abogados de doble moral. Necesita líderes, no comediantes en traje de veedor. Y mientras esa plaga siga rondando los juzgados y los medios digitales con su arrogancia vacía, seguiremos siendo testigos del mismo espectáculo: el del titiritero que mueve los hilos de la miseria... pero siempre, siempre, desde el lado más oscuro del escenario.



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